CINE
Inocencia interrumpida
(James Mangold, 1999) Basada en las memorias escritas por la autora estadounidense Susanna
Kaysen y publicadas en 1993, en las que relata sus experiencias como paciente
de un hospital psiquiátrico en la década de 1960. En el centro, Susanna descubre a: Lisa, Georgina, Polly y
Janet, un grupo de chicas inadaptadas que no sólo se convierten en sus íntimas
amigas. Estas sufren algún tipo de trastorno, ya sea mental o
alimenticio.
Mentiras en el espejo
(Joan Micklin Silver, 2003) Una joven veinteañera, Frannie, comienza a padecer problemas de
anorexia. La presión de la familia típica americana en la que todo tiene que
ser perfecto y en donde existen una patente falta de verdadera comunicación, la
llevan a padecer una situación que estará a punto de hacerle perder la vida.
Cuando las amistades matan
(James A. Contner, 1996) Una amiga transmite a otra su obsesión por adelgazar. Dejan de
comer, se provocan el vómito, y todo sale a la luz cuando una de ellas está a
punto de morir.
Cuerpo perfecto
(Douglas Barr, 1997): Una joven gimnasta se prepara para triunfar
en las Olimpiadas. Al ingresar en el equipo nacional ha de trasladarse con su
familia a vivir a Seattle, donde entra
en contacto con el competitivo y exigente
mundo de los entrenamientos del más alto nivel.
Secreto compartido
(Katt Shea, 2000): Una adolescente modelo que quiere agradar a
todos los que la rodean empieza a perder peso. Finalmente su mejor amiga
confiesa que la joven tiene anorexia.
Malos hábitos
(Simón Bross, 2006) En esta
película varios personajes trastornos alimenticios, como una madre obsesionada
con la delgadez que se avergüenza de su hija gorda. Destaca la frase de su cartel promocional: "Uno deja de comer porque está muy lleno. O muy
vacío".
LITERATURA
Abzurdah, Cielo Latini
Ayunos, laxantes, peluches y sueños de perfección. He aquí un
problema que pone en riesgo la salud de muchas jóvenes en todo el mundo.
Narrada en primera persona, la niña de doce años y 64 kilos de peso se siente
gorda, insegura, con miedo al fracaso. "Siempre fui un cero, bien
redondo y gordo", confiesa al comienzo. Sumergida en la
superficialidad del adolescente de colegio privado, sus problemas alimentarios
acaban de empezar.
Cuando comer es un infierno, Espido Freire
Testimonio de cómo una joven se vio atrapada en la bulimia. La
autora denuncia las causas que, de manera catastrófica, se conjugan para que
miles y miles de jóvenes sucumban a un mal que lleva aparejadas gravísimas
secuelas físicas y psíquicas.
Las chicas de alambre, Jordi Sierra i Fabra
En este libro , el protagonista es quien relata la historia y se
encarga de enseñarnos el mundo secreto de las top models. Habla sobre las
modelos que soñaban con llegar lejos y para conseguirlo hacen cualquier cosa. Se
enfrentaban a la sociedad de la moda que les exige estar extremadamente
delgadas, ser altas, bellas y jóvenes.
Skinny boy, Gary Grahl
Es la biografía de un chico que sufrió anorexia. Un adolescente con sueños de convertirse en un
jugador de béisbol profesional, se obsesiona con las dietas y con hacer ejercicio. Antes de terminar su primer año de instituto, yase encuentra en la Unidad 13 , la unidad de psiquiatría del
Hospital San Abernathy, para la anorexia nerviosa y la depresión.
Un artista del hambre, Franz Kafka
Ahora, quisiera centrarme en Un artista del hambre (“Ein
Hungerkünstler”), un relato corto que Franz Kafka publicó en la revista
literaria Die neue Rundschau en 1922.
El cuento, tras hablar en
general sobre los espectáculos de ayuno, las exhibiciones diurnas y nocturnas
de personas que juraban pasar semanas sin probar alimento y el interés de los
niños por aquellos cuerpos esqueléticos, nos habla en tercera persona de un
caso concreto.
El protagonista es un hombre
que se encierra en una jaula como espectáculo de feria para demostrar su
capacidad de ayunar. Está controlado por un equipo de vigilantes, carniceros
frecuentemente por cierto, que se aseguran de que no coma a escondidas pero a
pesar de eso, la mayoría de la gente e incluso alguno de sus vigilantes,
consideran que hace trampas. El espectáculo sufre una paulatina caída de
público y el empresario de la atracción impone un límite de 40 días para el
ayuno pero no por proteger la salud del protagonista sino porque considera que
a partir de ahí el interés de los espectadores desaparece. El artista considera
ese límite irritante y arbitrario puesto que le impide conseguir su récord, que
sería ayunar indefinidamente. Kafka lo cuenta así:
Podía
resistir aún mucho tiempo más, un tiempo ilimitado; ¿por qué cesar entonces,
cuando estaba en lo mejor del ayuno? ¿Por qué arrebatarle la gloria de seguir
ayunando, y no sólo la de llegar a ser el mayor ayunador de todos los tiempos,
cosa que probablemente ya lo era, sino también la de superarse a sí mismo hasta
lo inconcebible, pues no sentía límite alguno a su capacidad de ayunar?
Al
final del período de ayuno, en medio de una fanfarria, se saca al artista del
hambre de la jaula y se le lleva a comer, entre el resentimiento del
protagonista.
…a
los cuarenta días era abierta la puerta de la jaula, ornada con una guirnalda
de flores; un público entusiasmado llenaba el anfiteatro; sonaban los acordes
de una banda militar; dos médicos entraban en la jaula para pesar al ayunador,
según normas científicas; y el resultado de la medición se anunciaba a la sala
por medio de un altavoz; Por último, dos señoritas, felices de haber sido
elegidas para desempeñar aquel papel mediante sorteo, llegaban a la jaula y
pretendían sacar de ella al ayunador y hacerle bajar un par de peldaños para
conducirle ante una mesa en la que estaba servida una comidita de enfermo
cuidadosamente escogida. Y en este momento, el ayunador siempre se resistía.
Estas
exhibiciones de control personal, seguidas por intervalos de recuperación se
repiten durante años. A pesar de su fama, el artista del hambre se siente
insatisfecho e incomprendido. Si un espectador, viendo su melancolía, trata de
animarlo o consolarlo, explota en un acceso de furia, golpeando los barrotes de
la jaula. El empresario castiga esos arrebatos pidiendo perdón a la audiencia e
indicando que la irritabilidad es consecuencia del ayuno y el hambre. Menciona
entonces que el artista alardea de que puede ayunar mucho más de lo que lo está
haciendo pero les muestra fotografías del artista al borde de la muerte al
final de un ayuno previo.
…procuraba
echarla abajo sólo con mostrar unas fotografías, que eran vendidas al mismo
tiempo, pues en el retrato se veía al ayunador en la cama, casi muerto de
inanición; a los cuarenta días de su ayuno.
De
esta manera, sugiere que la tristeza del artista se debe al ayuno, cuando según
él, está deprimido porque no le permiten ayunar más. Esta —en su opinión— “enervante deformación de la verdad”
exaspera aún más al artista.
Acaso
no era el ayuno la causa de su enflaquecimiento, tan atroz, que muchos, con
gran pena suya, tenían que abstenerse de frecuentar las exhibiciones por no
poder sufrir su vista: tal vez su esquelética delgadez procedía de su
descontento consigo mismo. Solo él sabía —solo
él y ninguno de sus adeptos— qué fácil cosa era el ayuno. Era
la cosa más fácil del mundo.
Entonces,
casi de repente, los gustos del público cambian y el ayuno en público, que
recuerda tanto esos maratones de baile y otros concursos inhumanos a los que
ahora seguimos siendo adictos, pasa de moda. El artista rompe con el empresario
y se alquila a un circo donde confía en poder hacer exhibiciones de dieta
realmente asombrosas. Pero ya no es la atracción principal y se le adjudica una jaula no
en la pista principal sino a las afueras del circo, cerca de las jaulas de los
animales. Aunque el sitio tiene un acceso fácil y la gente pasa por allí para
ver las fieras, si se paran para verle obstruyen el paso. Al principio el
artista desea que la gente se acerque pero luego le irrita el ruido y las
molestias que causan; el olor, los movimientos y la alimentación de los
animales cercanos le deprimen. Con el tiempo, el artista del hambre es
olvidado. Nadie, ni siquiera él mismo cuenta los días que lleva sin comer. Un
día, un inspector se fija en la jaula del artista, llena de paja sucia y se
pregunta por qué no se usa. Cuando él y otras personas revisan la jaula
encuentran al ayunador moribundo bajo la paja. Antes de morir el artista del
hambre pide perdón y confiesa que no debe ser objeto de admiración ya que hacía
dieta porque ningún alimento le apetecía. Entierran al artista con la paja de
su encierro y le reemplazan con una pantera. Los espectadores se agolpan
alrededor de la pantera por su aspecto vital y alegre.
Era un gran placer hasta para el más obtuso de sentidos, ver en aquella jaula, tanto tiempo vacía, la hermosa fiera que se revolcaba y daba saltos. Nada le faltaba. La comida, que le gustaba, traíansela sin largas cavilaciones sus guardianes. Ni siquiera parecía añorar la libertad.
El
relato incide en alguno de los temas que Kafka desarrolla a lo largo de su
obra: la muerte, el arte, la soledad, el ascetismo, la pobreza espiritual, el
fracaso personal, la degradación de las relaciones personales, el fracaso del
individuo que es al mismo tiempo marginado por la sociedad y su víctima.
Ha
habido muchas interpretaciones diferentes sobre “El artista del hambre”. Todo
el mundo está de acuerdo en que es una alegoría pero hay discrepancias sobre a
qué es a lo que alude. Para algunos Kafka habla sobre el ascetismo, en apoyo de
eso está ese protagonista que no está en este mundo, el aspecto “sacerdotal” de
los vigilantes de la norma o el simbolismo religioso del período de cuarenta
días. Otros consideran que es una
alegoría del artista incomprendido cuya visión de sí mismo y su obra, de su
excelencia o de la trascendencia de su misión es ignorada por el público y los
empresarios artísticos. Otra opción es que el artista que no come porque no le
gusta la comida sería una alegoría entre el hombre creativo, su forma de crear
y su insatisfacción frecuente con su creación. En el cuento, la pantera es la
antítesis del artista: satisfecha y contenta, ignorante de la admiración que
causa sin esfuerzo, la cruda corporalidad y la bella animalidad en contraste
con el aire etéreo y la espiritualidad del hombre. Algunos asimilan al artista
del hambre con el propio Kafka, como un artista alienado y solitario que está
cercano a su muerte. En la época en la que escribió el cuento, Kafka
sufría una tuberculosis de la faringe que le dificultaba enormemente la
ingestión de alimentos y de la que moriría a los 40 años.
Los artistas del hambre han
existido realmente. Del siglo XVII al XX, en ferias, carnavales y tabernas,
distintas personas pretendían llevar días, semanas o incluso años sin comer.
Muchos de ellos explicaban su supervivencia indicando que eran alimentados directamente
por Dios. Normalmente estaban tumbados en una cama, muriendo lentamente al
parecer de hambre mientras la gente se agolpaba a su alrededor para mirarlos.
Quizá en algunos casos el motivo del ayuno era la fe, pero en la mayoría era
una búsqueda directa de un beneficio material, un negocio del espectáculo, el
“show-business”.
Una
de las ayunadoras más famosos fue Engeltje van der Vlies nacida en
Schiedam (Países Bajos) en 1787. La Gazette
van Gent, indicaba que en 1826 se había hecho un informe por una comisión
médica, como resultado de la cual fue vigilada durante cuatro semanas por
cuatro personas “dignas de confianza” durante 24 horas al día. Las cuatro
personas declararon bajo juramento que no había tomado nada en ese tiempo, ni
comida ni bebidas. El mismo
periódico en su número de 9 de septiembre de 1853 comentaba asombrado que “llevaba
35 años sin comer y más de 31 en los que no había bebido nada”. En
bastantes casos se pudo descubrir el fraude en los ayunadores. Engeltje era
alimentada por una pequeña trampilla escondida bajo su cama y por donde un
cómplice introducía alimentos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario