Tratamiento y fases

Tratamiento

El personal médico puede utilizar una serie de exámenes clínicos que le permitan no sólo realizar el diagnóstico de un trastorno alimenticio y corroborarlo, sino también medir el alcance de sus efectos.
Sin embargo, la divulgación de estas patologías, la expansión de la preocupación por las mismas a nivel social y la circulación de información no confiable al respecto han derivado, tanto en una pro-moción de la sintomatología como en un sobrediagnóstico. Así sucede, por ejemplo, con algunos desórdenes transitorios de la adolescencia -como la falta de regularidad menstrual- o con conductas de riesgo que no derivan necesariamente en un cuadro de trastorno alimenticio. De ahí que establecer el diagnóstico no debe reducirse a una serie de exámenes de laboratorio; debe llevarse a cabo con calma y teniendo en cuenta la variedad de factores que influyen en la aparición de un trastorno alimenticio y su desarrollo. Cada paciente requiere una escucha cuidadosa y personalizada que derive en un diagnóstico integral y en una terapéutica oportuna de acuerdo con el mismo.

La entrevista psicológica es de gran importancia para confirmar el diagnóstico de trastorno alimenticio, evaluar la situación de riesgo, indagar sobre factores desencadenantes de las conductas sintomáticas e iniciar los primeros pasos del proceso terapéutico. Resulta útil para conocer el estado emocional del o la paciente, explorar el funcionamiento mental y los rasgos de carácter, los conflictos básicos, las dificultades actuales, las relaciones con la familia y los amigos y las actividades que lleva a cabo, entre otros aspectos. Preguntas referidas sobre la actividad física desarrollada y a la percepción de su propio cuerpo son de gran utilidad para el establecimiento del diagnóstico diferencial; en los trastornos alimenticios se suelen negar la enfermedad, la pérdida de peso –en el caso de la anorexia– y las conductas patológicas –en el de la bulimia–, se teme engordar, siempre hay sensación de estar lleno de comida y, a veces, los intereses se reducen a temas asociados a la imagen, la delgadez, etcétera.

A su vez, las manifestaciones corporales que pueden indicar el padecimiento de anorexia corresponden a las de una alimentación insuficiente. Es necesario realizar los exámenes pertinentes para el diagnóstico diferencial con diabetes, tumores endocra-neanos, colagenopatías, tiroidismos y embarazo. En el caso de ser vomitadores es necesario detectar signos físicos y signos digestivos como pancreatitis, esofagitis, dilatación gástrica, constipación o ruptura del tubo digestivo.

Una vez diagnosticado el trastorno alimenticio es necesario determinar el nivel de afectación para establecer medidas a seguir. Es necesario diferenciar si el trastorno está en etapa aguda, de meseta o crónica:
  • En la etapa aguda se presenta el riesgo de morir por desnutrición o por deterioro corporal, que es indispensable revertir por vía de la hospitalización o, si es posible, de tratamiento ambulatorio.
  • En la etapa de meseta el riesgo clínico se ha estabilizado.
  • La etapa crónica se caracteriza por un tiempo de evolución mayor a dos años sin signos de mejoría.

Si alguien se encuentra en riesgo, ya sea por des- nutrición, en el caso de la anorexia, o por deterioro de otro tipo, en el de la bulimia, es indispensable la recuperación de la salud corporal y lo recomendable es el internamiento hospitalario para restaurar el estado nutricio y el medio interno. La recuperación es gradual y lenta; pueden incluirse comidas dietéticas para lograr una mayor cooperación en el tratamiento y la dieta se amplía de acuerdo con la evaluación médica y con la evo- lución del caso.

Cuando se requiere medicación por síntomas afectivos asociados al trastorno, como depresión o ideas delirantes, se hará necesaria la intervención del psiquiatra. No existe un psicofármaco específico para atender la anorexia. Se ha advertido que en el uso de antidepresivos por anoréxicos de bajo peso prevalecen los efectos secundarios del medicamento sobre los efectos antidepresivos; también se corre el riesgo de que algunos medicamentos sean utilizados por sus efectos adelgazantes. En cambio, en casos de bulimia se administran, con buenos resultados, algunos antidepresivos y ansiolíticos.

La psicoterapia es indispensable en el tratamiento de los trastornos alimenticios. Los conflictos personales -tales como dificultades en la autoestima y la autopercepción, la vinculación con la familia y las amistades, el aislamiento, la falta de ánimo y la apatía- son los que originan y sostienen el padecimiento. La psicoterapia es el camino para encontrar otras vías de resolución de los mismos. El tratamiento psicológico también contribuye al buen desarrollo del proceso de recuperación en la medida en que influye en la toma de conciencia sobre la enfermedad y sus riesgos, así como en la aceptación de la participación de los otros en el proceso de curación, desde el equipo interdisciplinario hasta la familia.

Cuando la situación no es de urgencia médica y la desnutrición o los desequilibrios no son graves, lo indicado es el inicio de una psicoterapia individual y su complemento con el apoyo de una terapia familiar idónea.

Si la persona se resiste a aceptar que tiene un problema, a ser tratada, y la desesperanza frente a los síntomas o al propio tratamiento aumenta, la terapia de grupo es útil porque establece un encuentro con “iguales” que sufren las mismas dificultades. Aunque no es suficiente, puede ser de gran apoyo cuando el trabajo en otros ámbitos –médico, individual, familiar– no ha podido iniciarse, se ha obstaculizado o no ha dado muestras de avance.

El tiempo y la forma de recuperación varía en cada quien y depende de cada tipo de atención y en relación con la forma del trastorno alimenticio mismo. Cada caso es diferente, evoluciona o se modifica a su manera. Un alto grado de reincidencia es característico de estos trastornos. A veces el inicio de la restauración nutricia contribuye a superar los síntomas depresivos; en otras, aunque el grado de desnutrición no sea grave, se requiere apoyo terapéutico prolongado y constante para la mejoría. A su vez, la recuperación ponderal no indica en sí misma la superación del padecimiento. Si bien es cierto que los trastornos alimenticios pueden tener efectos orgánicos graves, sus causas son psicológicas y familiares y están fuertemente marcadas por lo social, que se refleja en cada caso de manera específica. Lo que se arriesga en los trastornos alimenticios no es sólo el vivir social, laboral o familiar, sino la vida misma.

Fases

El objetivo del tratamiento es resolver el estado de salud físico de los pacientes para poder poner en marcha las estrategias necesarias en la resolución de los problemas psicológicos subyacentes (como falta de autoestima, miedo al rechazo, dificultades en las relaciones sociales, conflictos familiares, miedo a las responsabilidades , eliminación o control de las emociones, problemas de pareja, estudios…) y ayudarle a incorporarse a su vida cotidiana. Conocer los factores de predisposición y de riesgo del paciente es la garantía de éxito para la curación total y la protección frente a posibles recaídas. El modelo de tratamiento se basa en diferentes fases de intervención para asegurar la resolución completa del problema:

1ª FASE PSICOEDUCATIVA-MOTIVACIONAL

El objetivo es incrementar la toma de conciencia de la enfermedad y aportar la información necesaria para lograr los cambios conductuales para   normalizar  el peso y los hábitos alimentarios, además de eliminar las conductas compensatorias (vómitos, laxantes, diuréticos, actividad física compulsiva…).
En esta fase es primordial reducir las consecuencias físicas y psicológicas de la enfermedad e ir eliminando progresivamente los pensamientos alterados, la depresión,   los altibajos emocionales y conductas impulsivas, y mejorar las relaciones familiares.

2ª FASE PSICO-EMOCIONAL-FAMILIAR

La recuperación de peso y las conductas alimentarias inadecuadas no son el único objetivo de tratamiento, para asegurar una autoimagen positiva y evitar recaídas además se trabajan los aspectos psicoemocionales, sociales y familiares y promover  las conductas necesarias para mantener un patrón de autocuidado sano. En esta fase es muy importante la familia y su apoyo porque se restaura un nuevo estilo de comunicación familiar.
Además, en el caso de que la persona haya vivido sucesos traumáticos, también se les ayuda a afrontar la desadaptación que estos hayan podido suponer en sus vidas, abordando la problemática con diferentes técnicas.

3ª FASE DE PREVENCION DE RECAIDAS
Se le dedica un especial trabajo  con el paciente y la familia en el aprendizaje de identificación de los factores de riesgo de recaída y desarrollo de planes de acción frente posibles dificultades. Un objetivo fundamental es una buena gestión del tiempo para conseguir niveles de estrés bajos y manejar las posibles situaciones cotidianas que conlleven riesgo alimentario.

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